1)
En la mayoría de las zonas rurales de Haití es más importante saludar primero a la gente y luego preguntar hacia dónde va la carretera. Para entender mejor este concepto, debería ir cerca de la capilla de San Rock. De hecho, si da los buenos días a los habitantes de esta zona estarán dispuestos a subir las montañas “Tay Fe” o “Malanga” para guiarle hasta la casa que esté buscando. Se dice que la gente que vive cerca de esta capilla es parecida a una fruta tropical llamada “kenep” y dicen que ahí está la más dulce. Las mujeres de las inmediaciones de la capilla van limpias y se compran la ropa en la ciudad; los hombres fabrican pequeñas sillas y cestas.
Yo conocía a un hombre llamado Charitab, que vivía cerca de la capilla y hacía sillas y cestas. Cuando iba a la ciudad a vender sus productos, siempre iba como un burro de carga, con toda la mercancía sobre la cabeza.
Charitab vivía con su mujer, Dyedonn (apodada Don) aunque no estaban casados. Vivían en una casa de paja de una habitación, en un patio. Don tenía un puesto delante de la casa donde vendía galletas, cacahuetes y una mezcla de “kenep” empapado en alcohol que guardaba en una botella. Era su manera de ganar algún dinero para ayudar a Charitab y guardar un poco en un bote cada día para alimentar a los siete hijos que Dios les había dado. Don tenía otro trabajo para ganar un poco más: barría la capilla por siete calabazas al mes. Este trabajo le traía muchos problemas con los vecinos porque le tenían envidia, pero Charitab siempre la animaba a seguir y a no hacerles caso.
2)
Una noche, Don estaba en la puerta de la casa con todos sus hijos. No podían relajarse dentro porque se chocaban unos con otros, debido al tamaño de la casa. Con siete niños, más Charitab y Don, sólo un semáforo podría haber resuelto el problema. Charitab estaba jugando a las cartas en el barrio. De repente Don sintió un dolor en la parte baja de la espalda y decidió acostarse. Les dijo a los niños que entraran. Algunos se metieron debajo de la vieja cama, otros se tumbaron, desperdigados por el cuarto. Luego Don apagó la lámpara y se acostó, pero nunca más despertó.
Cuando Dios se llevó a Dyedonn, fue como si a Charitab le amputaran el brazo derecho. Se quedó solo cuidando de sus siete hijos. Estaban todos en el patio con los pies sucios, la boca seca y sin peinar. Solían ir a una escuela cercana a la que dejaron de asistir. Sólo comían cuando Charitab volvía con algo que había comprado y lo cocinaba. Esta situación le rompía el corazón a Charitab; todo aquel que pasaba miraba a aquellas criaturas sin madre.
Charitab era muy consciente de la situación y se afanaba en vender sillas y cestas a una clienta en el barrio de Bourdon. La señora siempre le había pedido que le trajera un niño para que viviera con ellos e hiciera las tareas del hogar (restavek/esclavo infantil haitiano) Cuando llegó a su casa le dijo:
-Ay, qué dura es la vida…pero qué voy a hacer…tengo que seguir adelante.
Se acercó a su clienta y le dijo:
-¿Le puedo traer todavía el niño que me pidió?
-Sí, dijo ella. Pero tiene que ser una chica y joven.
A la mañana siguiente Charitab fue a la ciudad con Ti Sentaniz que tenía unos 9 años. Ti Sentaniz iba descalza y con el mismo vestido que llevaba todo el día. Tenían una larga caminata de San Rock a Bourdon. Cuando llegaron, Charitab le dijo a la señora:
-Aquí está la niña que me pidió, se la he traído, no tiene madre y le pido que sea paciente con ella. Es un poco testaruda pero usted también es madre, haga lo que pueda.
Así es como Ti Sentaniz llegó a casa de mi amigo, un profesor que vivía en los cerros de Bourdon. Este profesor siempre leía muchos libros sobre las injusticias sociales. Solía leérmelos a mí; no soportaba las injusticias. No había creado el mundo pero quería cambiarlo.
3)
A pesar de que el profesor quería quitar la miseria de los demás, no quería ver la que tenía al lado. Estaba ahí, delante de sus narices, pero ni la veía. Un día, estaba sentado con él en el porche de su casa, cuando de repente apareció Ti Sentaniz arrastrando un cubo de basura que apenas podía llevar. Llevaba un vestido que se transparentaba y dejaba ver su cuerpo esquelético. Se notaba que el vestido estaba hecho de un trapo tomado de la basura. No podía mirar al sol; la gente culta decía que sufría de falta de vitaminas; su cabeza parecía un nido rizado y alborotado, y no había visto un peine en mucho tiempo. Sus piernas parecían dos palillos. Vi que la niña no podía cargar con el pesado cubo de basura pero el profesor, en vez de darse cuenta de la situación, no vio a Ti Sentaniz en su gran libro de injusticias.
Una mañana, necesitaba ver al profesor muy temprano y fui a su casa. Vivía con su esposa, su cuñada, su hijo Robert de 17 años y su hija Chantoutou de 14 años. Chantoutou era una niña bien cuidada y desarrollada para su edad. Cuando la miraba, me preguntaba si su madre la había traído al mundo a través de sus ojos y a Ti Sentaniz de la forma natural.
¡Hey! Estaba dentro de la casa cuando presencié cómo la madre despertaba a Chantoutou. Muy divertido. Tras empujar la puerta de la habitación, oí a la madre que decía:
La señora: Mira la muñequita, estás despierta, ¿cariño? ¡Oh! Mira qué sonrisa tan preciosa. ¿Has dormido bien?
Chantoutou: Mamá…ma
La señora: Es hora de ir a la escuela. Tienes que darte prisa, mi amor. ¿Qué quieres ponerte hoy? ¿El precioso vestido bordado que te hizo tu madrina? ¡Es precioso!
4)
Chantoutou: Mamá…ma
La señora: Bueno, voy a buscar el vestido y así lo puedo planchar mientras te lavas. Luego irás a ver a tu madrina para que te haga un precioso peinado antes de ir a la escuela. Vamos, cariño. Eres muy guapa y te voy a dar dos besos para que te despiertes (sonido de besos). ¡Ay, mira mi niña! Venga, cariño….
Maurice: Esta era la conversación con Chantoutou; pero también oí a la madre hablando con Ti Sentaniz de esta manera:
La señora: ¿Dónde está la mocosa que vive aquí? ¿Dónde está la señorita Sentaniz, la apestosa? ¿No me oye? Cada mañana cuando te levantas, no hace más que obligarte a dar voces para que te oigan todos los vecinos. ¡¿Dónde está esa niña?!
Ti Sentaniz: Estoy aquí.
La señora: Vaya, veo que tienes restos de aceite en la boca; ¿ya has vuelto a meter el morro en la comida de los demás?
Ti Sentaniz: Chantoutou me dio las sobras de su cena anoche.
La señora: Pensé que te había prohibido pedirle las sobras de comida a mi hija; serás la responsable si mi niña pierde peso. Mírate, tus ojos son como botones en la ropa de los locos. Tu boca parece un trozo de hígado podrido abandonado en una mesa de mármol del mercado. ¡Deja de mirarme con esos ojos! Tráeme los polvos secantes (talco) para que mime a mi hija.
Ti Sentaniz: Aquí tiene el polvo.
La señora (a Chantoutou): Ve a buscar la cajita de los lazos del pelo, los de dos colores. Te voy a hacer unos moños, cariño. Mira, tienes que llevar unos lacitos en el pelo para estar elegante ¿verdad, cariño?
5)
Chantoutou: Mamá...Ma
La señora: Déjame ponerte estos lacitos. Así. ¡Oh! Voy a darle un beso a mi tesoro. ¡Oh, qué guapa! Ahora ve a desayunar tus gachas de avena. Mañana te las haré de plátano. ¿Has oído eso? ¡Uy, Qué rico! Ahora, date prisa, mi amor.
La señora a Ti Sentaniz: ¿Dónde está la señorita Sentanizzzz? Ve a buscar la cartera de la niña. Cada día tengo que repetirte lo mismo. Desde que me despierto por la mañana es una maldición. Cuando recoges a estos apestosos, crees que estás ahorrando pero en el fondo te perjudica la salud. Ve a buscar la cartera y la limpias. ¡¿No sabes que es tu obligación?!
Sentaniz: Estoy buscando un trapo para limpiar la cartera de la señorita Chantoutou.
La señora: ¿Estás buscando un trapo? ¡¿Por qué no la limpias con la boca?! Pero claro, no quieres que la cartera esté limpia, prefieres que esté como tu cara, sucia y grasosa. ¡Oh, no sé porqué has venido aquí! ¿Crees que eres una interna? Si la hubiera necesitado, hubiera buscado una niña guapa con una nariz graciosa, en vez del demonio a los pies del arcángel San Miguel. Abre el cajón y tráeme un trapo para que le quite el polvo a la cartera. Cada mañana la misma historia. Menos mal que ya no tengo hijos, si no seguro que hubiera traído al mundo a un mono como tú. ¡Tráeme el trapo!
Sentaniz: Aquí tiene el trapo.
La señora (a Chantoutou): ¿Te has tomado las gachas de plátano, cariño? ¿Sííí? Muy bien, mañana las tomarás de avena, ¿verdad? Ay, se me olvidaba, llévate una manzana a la escuela.
Chantoutou: Ay, no.
6)
La señora: ¿No? Llévate la manzana, es buena. Llévate una en la mano, hace juego con tu vestido. Vas a llamar la atención. Y no te la comas antes del recreo, así te mirará todo el mundo, ¿verdad que sí, cariño?
La señora (a Sentaniz): Tráeme una de las manzanas de los niños que hay en el cajón.
Ti Sentaniz: ¿Qué cajón?
La señora: ¿Cómo que “qué cajón”? Si te levantaras a robar por la noche seguro que sabrías a qué cajón me refiero. Eres furtiva y astuta, como un vendedor de leche. ¡Abre el cajón, toma una manzana y tráemela!
Sentaniz: Aquí tiene la manzana.
La señora (a Chantoutou): Aquí la tienes, cariño. Llévala en la mano, ¿vale?
La señora (a Sentaniz): Claro, si fuera un mango o un aguacate, se lo hubieras dado en seguida; según tú ese es el tipo de comida para Chantoutou. Venga, lleva la cartera mientras acompañas a la niña a la escuela.
Maurice: Sentaniz tiene 9 años. Chantoutou tiene 14, pero es Sentaniz quien la lleva a la escuela. Sentaniz, Chantoutou y la madre caminan hacia la verja del jardín y la madre dice a Chantoutou:
-Ahora tienes que irte, cariño. Que tengas un buen día.
Chantoutou: Mamá… ma
La señora a Chantoutou: Cuidado con esa chusma que te acompaña ¿vale?
La señora (a Sentaniz): Vas a llevar a la niña al colegio, ¿entendido? Y nada de ir a ver a esos vendedores de gachas de maíz, fruti pan y mazorcas.
7)
Maurice: Sentaniz camina calle abajo seguida por Chantoutou. Chantoutou está como excitada, enseñando su manzana. Parece una gata embarazada intentando atraer la atención de los demás. No lleva nada más que su manzana. Ahora pasa por la puerta de una vecina que le dice:
La vecina: ¡Oh, la niña más guapa! ¡Y qué vestido tan precioso! ¿Cómo estás?
Chantoutou: Bien.
Vecina: ¿Y tu mamá?
Chantoutou: Mamá está bien, gracias.
Vecina (a Sentaniz): ¡Oh, mira la cara de esa niña que no me quita los ojos de encima! ¡Serás cotilla, Sentaniz! ¿Acaso te estoy hablando? Parece que eres la hija de un loco. Parece que es Chantoutou quien te lleva a ti a la escuela y no al revés; se lo voy a decir a tu señora.
Vecina (a Chantoutou): Ten cuidado con ella, cariño.
Chantoutou: Sí, tía.
Maurice: Sentaniz siguió caminando hacia la escuela de Chantoutou. A la llegada, la acompañó dentro y luego se fue. Volvió a casa por el mismo camino. Hacía tanto calor que apenas podía respirar; sentía cómo le corría el sudor por la espalda. Sus piernecitas iban: “un ,dos, un, dos”, como un camión Ford subiendo el Tapion con un radiador vacío. Se obligó a seguir y cuando por fin llegó a casa se encontró a la señora con una cesta en las piernas pelando judías verdes; el gato estaba tumbado junto a la mecedora.
La señora le dijo a Ti Sentaniz: ¡Oh, oh, casi me había olvidado de ti, vómito de perro! Quizá has encontrado cosas para robar en la calle. ¿Dónde estabas? ¿Por qué has tardado tanto?
Sentaniz: No he tardado tanto.
8)
La señora: No has tardado tanto…ya. ¿Has dejado a la niña dentro de la escuela?
Sentaniz: He dejado a la señorita Chantoutou dentro de la escuela donde estaban todas sus amigas.
La señora: ¿Qué dijeron del vestido?
Sentaniz: No oí que dijeran nada.
La señora: Claro que no oíste lo que decían porque no la estabas cuidando. ¿Esperas que me crea que los niños de la escuela no se dieron cuenta del hermoso vestido bordado que llevaba y no dijeron nada? ¿Te crees que yo no he ido a la escuela? Claro que fui un tiempo a la escuela de Poyo. Seguro que piensas que soy como tú o tu familia. Esos niños que ven a una niña llevando un vestido tan precioso y no dicen nada, ya; sal de aquí con esa cara como la de esos niños sucios de la basura que acaban abandonados en la cima de una montaña. ¡Ve a lavar los platos!
Maurice: Sentaniz se fue al patio a lavar los platos. Uno no se explica cómo no se le rompían las piernas cada vez que se agachaba. Miraba todos aquellos platos y ollas grasientas. No tenía detergente para lavar los platos, tipo Joy, Ivory o un cepillo de púas, sólo tenía un trocito de jabón envuelto en una pequeña piedra. Se levantó y fue hacia la señora.
Sentaniz: Señora, por favor. ¿Me da cinco céntimos para comprar jabón de lavar los platos?
La señora: Pero bueno, ¿te crees que tengo un árbol de dinero? Antes de ayer te di 5 céntimos para comprar jabón. Debes tener un dios vudú (Iwa) tragón en tu familia, que se ha comido el jabón y el añil silvestre. Vete a lavar los platos con el jabón que tienes y si te duelen los dedos, te fastidias, no habértelo comido. ¡Lárgate!
9)
Maurice: Volvió donde estaban los platos; tomó un pequeño atillo de hierbas de guinea para quitarles la grasa y luego los lavó con el trocito de jabón y los enjuagó en agua fría. No tenía agua caliente. Todavía no había acabado cuando la llamó la señora; también tenía que atender a los cotilleos de la vecina.
La señora: ¡Sentaniiiiiiz! Esta niña debe estar sorda. Eres fea, tonta y además estás sorda. Debes tener un “Iwa zenga” (dios vudú) dentro de los oídos. ¿No me has oído llamarte?
Sentaniz: Aquí estoy.
La señora: Ve a la puerta de la vecina y miras en su cubo de basura, a ver lo que cocinó ayer domingo.
Sentaniz: ¿Cuál señora?
La señora: ¿Cómo qué “cuál señora”? Cuando viene aquí a alardear de la comida y de otras cosas, siempre veo que no le quitas el ojo de encima; si te diera comida a través de la valla, seguro que sabrías a quién me refiero. No te hagas la tonta conmigo, niñata. Vete a mirar en su basura como te he dicho.
Maurice: Sentaniz fue y volvió.
Sentaniz: Cuando llegué…
La señora: ¿Quién te ha dicho que abras esa bocaza y hables tan alto? ¿O quieres que la vecina oiga todo lo que has visto en su basura?
Sentaniz: He visto que tenía peladuras de fruti pan, boniato, dos cabezas de arenque y pieles de judías.
La señora: ¿Has visto guisantes?
Sentaniz: No, no he visto guisantes.
10)
La señora: ¿Y plumas de pollo?
Sentaniz: No, no he visto plumas de pollo en su basura.
La señora: ¿Has visto peladuras de plátano maduro?
Sentaniz: No, no he visto nada de eso en su cubo de basura.
La señora: Menuda cotorra, esta mujer ha venido diciendo que el pollo estaba tan duro que lo tuvo que lavar con hojas de papaya; que los guisantes que compró en Gros Morne se deshacían bien; que los plátanos maduros eran tan largos que sólo iba a cocinar uno. Es una cotorra y una embustera como tú. Cuando alguien miente así, seguro que también roba. ¿Acaso no lo sabes? Tú que robas las pertenencias de la gente ¡Fuera de mi vista! Y tienes suerte de que no te haya abofeteado hoy todavía. Ve a acabar los platos.
Sentaniz: Ya he terminado de lavar los platos.
La señora: ¿Así que acabas de lavar los platos y te quedas en el patio tranquilamente? ¿Crees que eres una interna?
Maurice: Las tareas de Ti Sentaniz son: hacer las camas, ir al mercado, llevar a Chantoutou a la escuela cada mañana; al mediodía, Sentaniz le lleva la comida a Chantoutou a la escuela y luego vuelve a casa. Es la cuarta vez que Sentaniz camina por la carretera. A las 4 de la tarde va a buscar a Chantoutou a la escuela (quinta vez) y la acompaña de vuelta a casa (sexta vez). Tiene que subir y bajar por la carretera todas esas veces y todos los días. Además recibe bofetadas de la madrina, la señora y Robert. Parece que su cara haya estado dentro de un panal de abejas; siempre le zumban los oídos. Es la primera en levantarse por la mañana y la última en acostarse por la noche.
11)
Cada mañana, Sentaniz tiene que levantarse temprano y preparar el café. Por la noche duerme enfrente de la cama de Chantoutou. Mientras Chantoutou descansa en su cama con un bonito camisón y una cinta de pelo diferente cada noche, Sentaniz duerme en un colchón de paja, conocido por “mejor que en el suelo” (ate miyo). Se va a la cama con las piernas sucias y con unas bragas rojas, que parecen un tanga, hechas de un trozo del viejo delantal de Chantoutou. Le falta el aire en el pequeño espacio en el que duerme. Robert tiene que pasar por el cuarto de Chantoutou para llegar al suyo. Una noche, Robert de 17 años, venía de una de sus fiestas e iba de puntillas para no hacer ruido y que no le oyeran volver. Entonces le pisó la mano a Ti Sentaniz con sus grandes zapatones de goma.
Sentaniz: ¡Ay! ¡Ay! ¡Ay!
La señora: ¿Qué pasa? Esta niña debe tener una cita con algún grupo adorador del demonio. Tengo que deshacerme de ese pequeño monstruo. ¿Por qué no te deshiciste de tu familia antes de venir aquí? ¿Y cuál es el problema?
Sentaniz: No es nada, es que el señor Robert me pisó la mano.
La señora: ¿Por qué no te pusiste la mano en la boca o entre las piernas? ¿Por qué tenías las manos en el suelo? ¡Oh, calla la boca en mi casa o te la callaré yo con mis zapatillas! No me voy a levantar de la cama esta noche, pero mañana te vas a enterar.
12)
Maurice: El marido dormía junto a su esposa, pero ni aún así vio a Sentaniz en el gran libro que estaba leyendo. Cada mañana Ti Sentaniz les lleva a todos el café a la cama, incluida la tía. No tiene un palo de pino para encender el fuego. Parece como si encendiera el carbón con sus dedos mientras le echa gotas de gasolina. En el mes de diciembre, después de haber servido el café, le dieron una cesta con un dedal de café molido y café tostado para que se lo vendiera a la madrina por el vecindario. Aunque hacía un poco de frío llevaba el mismo vestido. Caminaba llevada por el viento. Si caminaras por delante de ella, el viento te traería su voz y en esa voz sentirías todo el dolor, todas las bofetadas que ha recibido en la cara, toda la esclavitud que soporta, toda la falta de cariño, toda la humillación. Te llegaría todo esto mientras ella camina y oirías su voz diciendo:
Sentaniz: Cafééé tostado, cafééé tostado…
Maurice: Al final, amigos, ¿quién verá a Ti Sentaniz en los libros?
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